jueves, junio 30

Antonio López o el detalle hecho pintura

Ayer me pasé por el Thyssen a disfrutar de la exposición temporal de Antonio López.

No se si fue el destino o la casualidad, pero logré un pase anterior al que marcaba la pantalla de la taquilla. Lo cierto es que estaba hasta la bandera, y la cola auguraba una larga espera hasta adquirir mi entrada. Una mujeres, al verme sola, me ofrecieron una entrada, ya que una amiga suya había fallado. Vi el cielo abierto.

No solamente había guiris por allí (muchos), si no el IMSERSO al completo hizo, al principio, imposible disfrutar de la exposición. En la primera sala donde accedes después de confirmarse tu entrada, parecía un lugar de copas, o una recepción. O una sala donde faltaba una mesa camilla, por que la cantidad de señoras mayores (Ojo! Ole por ellas que están en un museo y no viendo la tele en casa) que hablaban alto entre ellas comentando que aquel cuadro es una vista desde Vallecas, que su hija vive allí y ella lo sabe bien, era tremendo.

Afortunadamente, después el pelotón se fue disgregando y pude hacer mi visitica más relajadamente y no como si estuviera en el metro a hora punta :P

Y ahora al grano, por que la exposición es una pasada.

Muy pocas personas han sabido rescatar y plasmar la belleza de Madrid en lienzos que bien podrían pasar por instantáneas de ese paisaje urbano cotidiano.

Día tras día caminamos por sus calles, entramos y salimos de lugares, corremos hacia el metro, y no somos conscientes de la vida que nos rodea. Que no son solo esas personas que comparten el vagón contigo. Son los edificios majestuosos o decrépitos, el cielo que nos vigila, las calles mudas. Es la ciudad que cobra vida, que respira, y que Antonio López captura en bellísimos óleos que nos hacen apreciar la ciudad como ésta se merece.

Y no solo hablo de la Gran Vía, estandarte no único de ese Madrid castizo y autentico. Hablo de diversos puntos de Madrid, de paisajes agrestes, de ciudades dormitorio, de lugares diferentes que nunca salen en las guías de viajes.

Antonio López estudia meticulosamente el sur de Madrid, tratándole con mimo, con dulzura. Buscando su luz, sacando lo mejor de él a base de sombras, de volúmenes, de contrastes, de detalles infinitos y sublimes.

El maestro es meticuloso con su trabajo. Incide en pequeños elementos que en su totalidad le otorgan sentido especial a la obra. Algo holístico. Y ahora no estoy pensando en paisajes, si no en esa nevera abierta. Es capaz de plasmar la cotidianidad más salvaje. Algo tan mundano, tan doméstico, lo convierte en obra de arte. Hasta podemos leer la marca del yogur de la puerta de la nevera, las guías con las que trabaja para hacer el mosaico del suelo... Una maravilla. Me quedé extasiada frente a este cuadro, absorbiendo cada uno de los detalles, hasta los inconclusos, como las botellas.

Y eso es lo que más me gusta, que sus obras sean inacabadas. Por que ¿Cómo finalizar un cuadro? ¿Cuando sabes que esa pincelada cierra el trabajo y otorga a ese lienzo la categoría de obra? Evitemos la soberbia, y dejemos el lienzo cuando creamos que sea necesario. Solo entonces podremos volver a ella cuando la muse nos visite. Que tal vez sea nunca.

El ser humano tampoco se le escapa. Su dominio es absoluto. En esta exposición del Thyssen, nos muestra los bocetos, el estudio previo del artista del objeto a esculpir. Dibujos de brazos, de manos, de perfil, de frente... y voilá! la idea, el dibujo, los trazos se hicieron escultura, busto, retrato. De madera policromada, de bronce... Desgarradoramente reales.

Un gran artista, y una exposición digna de ver (aunque eché de menos más obras... por pedir :P). Solo hasta el 25 de septiembre.


1 comentario:

Lifeisnotsoeasy dijo...

¿Has visto "El sol del membrillo"? Una peli-docu sobre don Antonio y su quehacer metódico... y algo excéntrico :)
Muy recomendable. La expo me pilla lejins, a ver si la traen por estos lares.