miércoles, febrero 24

La lluvia antes de caer

Con este título ya me vi atraída inexorablemente hacia la lectura de este libro, que ayer terminé, para mi desgracia (por que acababa) y para mi deleite (maravillosa historia íntima y sobrecogedora).
Hacia mucho que una historia no se me metía dentro y me revolvía todo, creando un mundo paralelo al que, no voy a negarlo, me había enganchado.
Un amable librero de la librería "Antonio Machado" de la Calle Fernando VI me la recomendó, así como 10 libros más, jajaja, pero fue el título lo que despertó mi curiosidad, me encendió la melancolía, y la foto en blanco y negro, añeja hizo el resto.
"Es deliciosa", me dijo el librero. Quiero volver allí para decirle que tenía toda la razón, y a partir de ahora le nombro mentor de mis lecturas (con el permiso de mi Deivi, of course ;D).
Jonathan Coe consigue que nos sumerjamos en una saga de mujeres, con tal credibilidad, que no me queda otra cosa que felicitarle, describir la complejidad de los caracteres femeninos, definir las aristas de sus personalidades, envuelve al lector en una sensación de confianza y familiaridad que te empuja a querer saber más de cada uno de los personajes que se suceden página tras página.
La historia es tremenda, y no es apta para aquellos que gusten de finales felices. Aunque a mi me parece el más feliz de los finales. Es que una es una romántica de las de antes, y prefiero un final digno, q un final disney XD
Lo dicho, os recomiendo que leáis esta joyita, os asoméis a la ventana y, cerrando los ojos, sintáis la lluvia antes de caer :)

PDD (*).- No te lo compres que es mi regalo para vos por tu cumple, q está al caer ;D, te lo digo de ya por que nos conocemos :)

(*) (Post Data para David)

jueves, febrero 4

La increíble historia de Jimina Salazar


Me llamo Jimina Salazar. Desde el mismo día de mi nacimiento, mi vida empezó a escribirse de un solo trazo y una única dirección. Mi padre, persona despistada donde las haya, apuntó cuidadosamente en un trozo de papel el nombre que mi madre, convaleciente de un largo y doloroso parto, había elegido desde el momento cero del embarazo, con el convencimiento absoluto de que ella pariría una niña. Mi madre le dictó desde la cama del hospital, conmigo ya en su regazo, el nombre de Jimena. “Mi hija tendrá nombre de reina”, decía cada vez que le preguntaban el por qué de ese nombre.

Mi padre escribió deprisa, con los nervios propios de la emoción, y sin apenas procesar lo que ponía. Y cuando llegó al Registro simplemente extendió el papel. Siempre me repetiría aquello de “hija, yo le di el papelito al funcionario por que estaba tan nervioso, que me dije, Paco, déjate, que seguro que hablas y metes la pata”. Y efectivamente dando igual que hablara o que no, la metió. Y el funcionario hizo su trabajo: me registró bajo el nombre de Jimina. Con i latina. Sí. Eso fue lo que escribió mi padre. Jimina. En ese mismo momento empezó a forjarse mi historia.

El año en que yo nací se llevaban los nombres exóticos, como Vanessa, con dos eses, o Rebecca, con dos ces; de ahí que mis profes creyeran que en realidad mi nombre era Yasmina, o que como era aún pequeña, no lo sabía escribir aun bien. La realidad era otra bien distinta, que me daba mucha vergüenza contar. Y mi incipiente timidez hizo el resto.

Procuraba pasar todo lo desapercibida que pudiera, pero a veces no era del todo posible. Mi pelo era de un castaño claro, excepto un mechón a la altura del flequillo que se quedo sin madurar coloreándose de un tono anaranjado. Las amigas de mi madre me contaban que eso me había salido por que mi madre se dio a la movida madrileña con devoción, y que era muy muy punk. Yo no sabía que era eso de Punk, así que siempre creí que la gente punk era aquella que tenia el pelo bicolor. Y tan ancha que me quedé.


miércoles, febrero 3

Just Breathe

Como todas las tardes, Sandra fue a su clase de meditación. Que era justo después de la de yoga. Se puso sus mallas color morado, se recogió el pelo, y se sentó sobre su esterilla, esperando las instrucciones del profesor. La música comenzó a brotar a la vez que la luz palideció para ambientar la sala. Una pierna sobre otra y comenzamos, dijo el profe ataviado de una cinta gris sobre su pelo y negro riguroso sobre el cuerpo.
Sandra estiró su cuello, cerro los ojos, enderezó su espalda y colocó sus manos sobre las rodillas cruzadas.
Y por primera vez en muchos años, su mente se cortocircuitó y quedó en blanco. No pensó en nada. No había nada. Solo la música. Solo la nada que la mecía sin prisa. Sin abrir los ojos pudo sentir como su cuerpo ascendía, como se fundía con la melodía, en un lento y delicioso letargo.
Su mente estaba muy lejos de aquella clase de meditación de un gimnasio pijo de Las Rozas. Tan lejos que no escuchó como el profesor la invitaba a despertarse por que la clase había acabado y llevaba durmiendo un rato.

¿De qué tiene miedo Alicia?

¿Qué teme Alicia?
¿A quien se encuentra para que ella retroceda?
Un mismo instante se congela en el tiempo y llega a durar horas.
Tic, tac, tic, tac.
Ha llegado el momento de enfrentarse.
¿será verdad o todo no es más que un sueño?
Alicia ha crecido y su vestido le queda pequeño.
Hay un gato a rayas que la mira desde la sombra
y un conejo que no para de repetir
"¡Feliz, feliz no cumpleaños!"
mientras le sirve un te.