lunes, marzo 22

Y la elegancia se hizo canción

Homenaje a Don Miguel


Los últimos años de Don Miguel me recordaba tremendamente a mi abuelo, que en paz descanse, mecido en mi recuerdo. No solo por el físico, que también, si no por la forma de ser, pausada, de formas lentas y certeras, y de argumentos limpios y sólidos.

Como Delibes, mi abuelo tampoco pudo estudiar. Como Delibes también, era un cerebro privilegiado ávido de conocimiento que el estallido de la Guerra Civil relegó a las trincheras. Bueno, Don Miguel se salvó por los pelos. A mi abuelo, sin embargo le tocó.

No acaban ahí las comparaciones, ya que los dos compartían enfermedad, lugar de nacimiento, Valladolid, y un amor inmenso por la tierra de campos.

Cuando la semana pasada nos enteramos de su fallecimiento, el de Delibes, el recuerdo de mi abuelo me vino a mi de forma abrupta, a bocajarro. Fue este mismo impulso el que hizo que abriera "El Camino" 15 años después de su primera lectura. Necesitaba honrar a Don Miguel, ya que así también lo hacía a la memoria de mi abuelo, esa persona que intentó pasar de puntillas por la vida y la dejó sin saber lo importante y lo maravilloso que fue tenerle entre nosotros y gozar de su sabiduría y su saber estar. Le sigo echando de menos aún hoy.

Devoré El Camino en cuestión de un par de días. Sus páginas no sólo me pintaban las estampas más típicas de un valle de Castilla León, si no también me llevaba a la adolescente que una vez fui leyendo el librito de Don Miguel mandado en el colegio.

He estado una semana viviendo entre Daniel El Mochuelo, Germán El tiñoso y Roque El Moñigo, y todo el resto de personajes que dibujan una España profunda, anclada en la pobreza y en el individualismo más feroz, producto de una postguerra.

Cuando terminé su lectura me di cuenta que necesitaba más. Que me había quedado enredada en sus palabras. Así que, a falta de una segunda entrega de las aventuras y desventuras de El Mochuelo, estoy con Doña Carmen releyendo "5 horas con Mario", otro libro que me apasionó, allá en los años noventa, ¡¡qué lejos quedan!!

En fin, qué bonito es que un libro te regale tantas cosas a la vez :)

- Para Don Miguel y Don Cesáreo, In Memoriam -

El mal ajeno (y el propio también)

El mal ajeno es una de esas películas que te dejan con un rumiar incesante en la cabeza, rescatando cada fragmento, encajando otros, hilvanando una historia que se cuece a fuego lento.
Ciertamente, esta película es una gran apuesta, ya que tiene un punto de ficción no muy frecuente en las temática del cine español. Se arriesga, pero deja un buen sabor de boca. Una sensación extraña, ya que la ficción propiamente dicha, me produce rechazo, pero la integración del "don" especial que tiene el protagonista es necesario para el giro de da la historia. Y lo mejor es que no chirría demasiado. Queda integrado. Mimetizado y justificado.
Diego es un doctor que se ha congelado, emocionalmente hablando, después de años trabajando en el hospital. Sus sentimientos hacia los pacientes son nulos, es ajeno al dolor. Es indiferente al mal ajeno. Lo ve como parte inexorablemente necesaria para tratar diariamente cientos de casos duros y desgarradores.
El problema es que esas emociones suspendidas en la nevera de su casa, han saltado de su trabajo a su vida personal y es incapaz de sentir. Es seco, frío y de formas abruptas.
Algo ocurre en su vida cuadriculada que le descuadra, valga la redundancia, y le arrastra, sin él quererlo, ni muchos menos percatarse, a una nueva forma de ver todo aquello que le rodea: el dolor, la miseria, el desahucio, la infelicidad... A su propio dolor ante el mal ajeno.
Esta película trata precisamente del dolor ajeno y de uno mismo. Pero no solo de Diego, si no que ahonda en cada uno de nosotros. Quien no ha entrado en el metro y ante la mano abierta de una mujer que te pide una monedas para comer por que no tiene nada y su hijo está enfermo, y ha bajado la cabeza, pensando que si no vemos, no sentimos, nos alejamos de ese dolor tan manifiesto, tan ferozmente humano.
En fin, el dolor nos rodea, está ahí, tangible. Solo que hasta q no nos elige de primera mano, a través de algún familiar o a uno mismo, no somos conscientes de que existe un mal ajeno del que hacemos oídos sordos.

viernes, marzo 12

Cuando la cabra tira al monte

Por que sí, por que es una cura de humildad, una ración de imbecilidad y de sentirse fuera de tu cuerpo, observándote y pensando, "diox, qué gilipollez estoy haciendo". Por que efectivamente, estás haciendo una gilipollez del tamaño de los gayumbos de Falete: XXL. Es así, hay que asumirlo, y cuanto antes mejor.

Saberse torpe, entender que meterás la pata, aunque tu orgullo se enfade muchísimo con ese lado Mr. Bean con que la naturaleza te ha otorgado, es un paso más hacia el éxito. Sí, es un triunfo aceptar la idiosincrasia de uno, sus controversias, sus matices inexactos y sobre todo, esos vértices que por más que intentemos limar para convertirlos en gráciles curvas, siguen altivos y obtusos emperrados en dejar huella allá donde pase.

Pasar el coche por la ITV, aunque breve (apenas 15 minutos) ha hecho que me de cuenta que soy una persona nerviosa, torpe, y la sensación de que me tomen por imbécil determina de tal forma mi acción, que al final, efectivamente, acabo pareciendo imbécil. Es así, señoras y señoras, como esta mañana a las 07:00 de la mañana, con un frío que cortaba la cara y una oscuridad total, he confirmado mis sospechas de que la cabra tira al monte.

Por más que con mi padre ensayara un previo a este "examen": "pon intermitente derecho... ahora el izdo... ahora las warning... pon los limpia... bla bla bla" siempre hay cositas que se le escapan a uno. Como las luces de posición. Curiosamente son las luces que mas salen en el manual de conducción, pero atendiendo a la realidad son la que menos se usan, las más olvidadas, las de casta inferior.

Qué me podían preguntar en este test si no aquello de "ponga usted las luces de posición" a lo que mi cara de "mi no comprender, mi no saber" ha hecho que pusiera aun más cara de fastidio (el hombre que se encargaba de llevar mi coche) y se acercara pacientemente a mi ford y girara la rueda de las luces. "¡diox! claro -pensé yo-... dónde cojoncitos iba a estar esta *** luz, ¡po en la rueda de las luces! blanco y en botella..." Conforme pensaba esto, iba notando la coloración de mis mejillas por el calor que iba sintiendo por dentro... No me extrañaría que después comentaran esto y otras lindezas en el apetitivo... me imagino al hombrecito apoyado en la barra, asiendo un botellín con la mano mientras con la otra, pitillo prieto entre los dedos, con restos de cortezas entre la perilla, gesticulara para explicar aquello de "eeegque mujer tenía que ser".

Y sí, eso sí que no puedo negarlo. Mujer soy. Pero quizá también a la mujer se la hostigue mas con fallos de carácter mecánico... No obviemos que el mundo del motor es predominantemente de hombres, donde la imagen de la mujer es, generalmente, eso, imagen, por que el mito es que no le interesa en absoluto el fantastico universo de las 4 ruedas... falso, por otro lado, por que a mi, ser poseedor de vagina, y por lo tanto mujer, como ya he subrayado, me gustan los coches, pero no me dedico a investigar las cositas q tiene mi coche si no necesito alguna opcion, como por ejemplo las antiniebla, ¿cuando las uso? cuando hace niebla ;)

Despues, el trabajador se subió en el coche para una dudosa prueba de amortiguación del coche. Aaains, mi pequeño, como sufre en manos ajenas, jejejeje... Cuando acaba de mortificarle, me pide que me suba yo y acelere a muerte con el freno de mano echado, claro (por que supongo que se me ve venir ;P). Aprieto el acelerador, el forfi ruge como si de un focus de tratara, lo menos (por que es un fiesta con alma de focus, ojo) apunta algo en su libreta y paso a la siguiente prueba: la del agujero en medio.

Glups. Trago saliva.

Mi amigo J, amigo también de los excesos y de las exageraciones, me picó diciéndome que me caería por el hueco. No le hubiese creído de no haber visto un video que circula por internet de una mujer americana (si eggque yo creo q debería afincarme en los USA, allí se entendería mi idiosincrasia) que cuela literalmente su coche por el hueco... toda una proeza, la verdad... Aquí os dejo el vídeo, que no tiene desperdicio. Para mi descanso, el hombrecito mantenía recto el volante, mientras yo movía el coche lentamente. Así era complicado que alguna gansada hiciera. Agradecía este gesto amigo del hombrecito. Por que ser capaz, lo soy de meterlo, ojo... que a una le atestiguan años de experiencia con la torpeza y el sinsentido ;P


Bajo estos carriles, donde mi coche se aposentaba, había otro hombre que espiaba los bajos de mi coche. Me pidió, gritando como si de arrear vacas se tratara, que pisara el freno... Y a una que los gritos le bloquean y ponen nerviosa, como anticipando que por más que me lo propusiera, algo haría mal, pisé el embrague. ¿por qué? a veces pienso que mi mente y mi cuerpo sufren una desconexión, por que mi mente me repetía (con eco y double sorround por dentro) "freno, freno, freno" ¿fácil, no? Pues no. Mi cuerpo, Rebelde Way, al más puro estilo Esperanza Aguirre, pisó el embrague... Por que yo lo valgo... menos mal que este hecho duró fragmentos de segundo y enseguida reaccioné pisando el freno... pero el hombre que todo lo ve y todo lo oye que habita bajo mi coche, ya me estaba gritando "el freeeeenoooo, no el embrague!!!" quise disimular y/o que me tragara la tierra, por que efectivamente, se que no es tan difícil, que se preguntará el hombrecito que día tras día se dedica a vigilar los entresijos de los vehículos... y aunque no lo dijo, yo escuche aquello de "mujer tenía que ser".

En fin, una vez acabado los 15 minutos de examen, convencida estoy de que sería objeto de mofa, por parte de los trabajadores. Yo también me reprendí a mi misma "anda que ya te vale, vas a tu bola..." "no puedes descansar un solo día al menos???"

Cuando llego al trabajo, aparco y me digo, ey, voy a poner la pegatinita que me han dado en la luna... me pongo a buscar entre los papelacos que me han dado, y nada, ni rastro, ¡¡y me la entregaron en mano, q yo la vi!! Que cansancio, que coñazo ser así de caos... es un estres... llamé para preguntar si podía solicitar otra, me dijeron que sin problema, que me presentara con toda la sábana santa que me dieron. Cuando doy por perdida la pegatina, y despues de estar 10 minutos en el coche maldiciendo mis empanadas mentales, la veo pidiendo auxilio entre los dos asientos, sola y triste, pidiendo ser pegada dignamente... ¡¡que ilusión me ha hecho, maaare!! pero que despistada soy, coñooooo.

Por supuesto, la he pegado ipso facto, no vaya a ser que vuelva a desaparecer...

Mi conclusión: No. No creo q cambie, a estas alturas de la película... C'est ne pas possible!... soy patosa, torpona, se me rompen las copas y los ceniceros al fregarlos; tiro los imanes (o cualquier otro objeto delicado) en las tiendas; me tropiezo con facilidad; me oriento con el dedo gordo del pie para perderme, of course; se me caen las cosas de la mano: cuando estoy a punto de meter la llave en la puerta, no se que pelotas hago (se que eres tu, cuerpo rebelde!!) que las tiro... un rosario de acciones me avalan.

Por más que luche contra natura, la vida me brinda ocasiones únicas para darme cuenta de una vez por todas de que la cabra, tira al monte.

jueves, marzo 11

La mirada del otro o Un tratado sobre la bipolaridad


A pesar de no ser un libro moderno, vamos, de publicación reciente, el padre de mi chico, o lo que viene siendo, el suegro ;-P, me regaló este libro en navidades. Y como últimamente devoro libro tras libro (he de decir que lo intenté con el El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas de Haruki Murakami, pero se me resiste :( ¡Lo siento Lau!) como si fueran cuscurros de pan, me entregué en la lectura de este libro que empieza fuerte, y va perdiendo fuelle conforme avanza la narración en primera persona que su protagonista, Begoña para el mundo donde a ella le gustaría estar y Goñi para su mundo burgués y acomodado de niña pija de la Moraleja.
El formato diario he de decir que engancha, ya que hace del lector una suerte de voyageur aficionado al que se le permite mirar por una mirilla secreta (o no tan secreta ya que ella se alimenta de ese intención mirona) la vida y fantasías de una mujer de clase media - alta, insatisfecha e inconformista, que necesita del sexo para salir de su rutina, pero que no es otra cosa que una niña bien con una tendencia bipolar épica.
No voy a contar aqui la historia, por si alguien quiere leerselo, que no es que no lo recomiende, solo que el final, me decepcionó. Bueno, no. Miento. Me decepcionó la segunda parte entera. Desde que se casa. Me da la sensación de que a Fernando le dijo su editor "nene, que hay prisa!" y el nene se puso manos a la obra, pero no supo, a mi gusto, solucionar el entramado de una vida que parecía tan compleja y acaba siendo simplona y vacía. Tal vez es la intención del escritor, generar esa sensación de algo hueco, plano...
He de reconocer que me enganché, quizá buscando ese final que diera sentido a esta segunda parte floja. Pero no, cerró una segunda parte que me parece que estiró sin sentido, mas que nada por que no supo darle más caña a Begoña.

Frankestein o el moderno Prometeo


Mi buena amiga Rona nos invitó a una obra que se estrenaba ayer en el Teatro Canal. El cursor parpadea en esta entrada esperando a que arranque mi crítica. Que es mucha. A ver por dónde empiezo. Comencemos por el espacio: muy original la sala, donde no existe la clásica "cuarta pared". En cada cara del escenario hay butacas. Bueno, decir butacas, es mucho. Las sillas plegadas, incomodísimas, donde has de hacer un alarde de contorsionismo para encajar las piernas, y no hace falta q seas Pau Gasol (que pobre, no se lo recomiendo), que soy de un tamaño medio y no sabes como colocarte.
Si a esta molestia le añades casi 4 horacas de obra, ya os imaginareis como salí de allí: con el culo como un bebedero de patos, aplastao y dolorido...
Bien: ahora entremos en materia. La escenografía me gustó mucho, combinaba medios modernos, con arneses y decorados asepticos que iban turnando la accion en los cuatro lados del escenario. Esto me pareció muy original.
El guión, sin embarga, hacia aguas por todos lados. Está basado en el libro de Frankestein de Mary Shelley, q intenta recrear su relato, incluyendo narradores externos y vagando de un lado a otro del tiempo cronológico. Digamos que lo que podría ser otro punto más de originalidad y transgresión, se queda en una rayada de magnitudes supinas. De exactamente cuatro horas, molestas, que se hacen largas, densas, espesas... eternas.
Es el riesgo de coger un texto "clásico" e intentar darle una vuelta de tuerca: que la criatura puede volverse contra uno, tal como me pasó el año pasado cuando fui a ver la obra de Hamlet en el Matadero. Ni Blanca Portillo, sublime en su interpretación, logró que saliera con buen sabor de boca de una obra en la que, según la crítica, debía haber salido aplaudiendo con las orejas.
Como punto positivo diré que la interpretación de los actores es aceptable, creíble, que es lo importante, sobre todo de la criatura pasado los 2 años. Otros no, pero tal vez hay algunos personajes que tampoco se prestan a una magnificencia, si no mas bien a pasar desapercibidos. Pero de qué vale una buena interpretación si la obra desprende un tufillo a marihuana adulterada en el sueño de una noche de verano.
La niebla que inunda la sala en el casi cien por cien de la representación es menos incómoda que la exhibición del cuerpo del actor que interpreta el primer estadio de la criatura, totalmente descarnado, en los huesos, literalmente y con una altura que junto con su extrema delgadez produce en el espectador una sensación desagradable, de incomodez, que junto con los asientos, efectivamente la intención de revolver al espectador se hace mas que plausible.
En fin, en resumen, no la recomiendo. Para "criaturas" o "nuevos Prometeos" ya tenemos bastante con la Esteban, que está hasta en la sopa...
En cualquier caso, mil gracias, Rona, siempre es un placer quedar contigo :)