jueves, febrero 4

La increíble historia de Jimina Salazar


Me llamo Jimina Salazar. Desde el mismo día de mi nacimiento, mi vida empezó a escribirse de un solo trazo y una única dirección. Mi padre, persona despistada donde las haya, apuntó cuidadosamente en un trozo de papel el nombre que mi madre, convaleciente de un largo y doloroso parto, había elegido desde el momento cero del embarazo, con el convencimiento absoluto de que ella pariría una niña. Mi madre le dictó desde la cama del hospital, conmigo ya en su regazo, el nombre de Jimena. “Mi hija tendrá nombre de reina”, decía cada vez que le preguntaban el por qué de ese nombre.

Mi padre escribió deprisa, con los nervios propios de la emoción, y sin apenas procesar lo que ponía. Y cuando llegó al Registro simplemente extendió el papel. Siempre me repetiría aquello de “hija, yo le di el papelito al funcionario por que estaba tan nervioso, que me dije, Paco, déjate, que seguro que hablas y metes la pata”. Y efectivamente dando igual que hablara o que no, la metió. Y el funcionario hizo su trabajo: me registró bajo el nombre de Jimina. Con i latina. Sí. Eso fue lo que escribió mi padre. Jimina. En ese mismo momento empezó a forjarse mi historia.

El año en que yo nací se llevaban los nombres exóticos, como Vanessa, con dos eses, o Rebecca, con dos ces; de ahí que mis profes creyeran que en realidad mi nombre era Yasmina, o que como era aún pequeña, no lo sabía escribir aun bien. La realidad era otra bien distinta, que me daba mucha vergüenza contar. Y mi incipiente timidez hizo el resto.

Procuraba pasar todo lo desapercibida que pudiera, pero a veces no era del todo posible. Mi pelo era de un castaño claro, excepto un mechón a la altura del flequillo que se quedo sin madurar coloreándose de un tono anaranjado. Las amigas de mi madre me contaban que eso me había salido por que mi madre se dio a la movida madrileña con devoción, y que era muy muy punk. Yo no sabía que era eso de Punk, así que siempre creí que la gente punk era aquella que tenia el pelo bicolor. Y tan ancha que me quedé.


1 comentario:

Príncipe de ArroyoLuche dijo...

¿Y cómo sigue la historia de Jimina?
Esperaremos sin errores ortográficos, por si las mascas, perdón, las moscas...