Los últimos años de Don Miguel me recordaba tremendamente a mi abuelo, que en paz descanse, mecido en mi recuerdo. No solo por el físico, que también, si no por la forma de ser, pausada, de formas lentas y certeras, y de argumentos limpios y sólidos.
Como Delibes, mi abuelo tampoco pudo estudiar. Como Delibes también, era un cerebro privilegiado ávido de conocimiento que el estallido de la Guerra Civil relegó a las trincheras. Bueno, Don Miguel se salvó por los pelos. A mi abuelo, sin embargo le tocó.
No acaban ahí las comparaciones, ya que los dos compartían enfermedad, lugar de nacimiento, Valladolid, y un amor inmenso por la tierra de campos.
Cuando la semana pasada nos enteramos de su fallecimiento, el de Delibes, el recuerdo de mi abuelo me vino a mi de forma abrupta, a bocajarro. Fue este mismo impulso el que hizo que abriera "El Camino" 15 años después de su primera lectura. Necesitaba honrar a Don Miguel, ya que así también lo hacía a la memoria de mi abuelo, esa persona que intentó pasar de puntillas por la vida y la dejó sin saber lo importante y lo maravilloso que fue tenerle entre nosotros y gozar de su sabiduría y su saber estar. Le sigo echando de menos aún hoy.
Devoré El Camino en cuestión de un par de días. Sus páginas no sólo me pintaban las estampas más típicas de un valle de Castilla León, si no también me llevaba a la adolescente que una vez fui leyendo el librito de Don Miguel mandado en el colegio.
He estado una semana viviendo entre Daniel El Mochuelo, Germán El tiñoso y Roque El Moñigo, y todo el resto de personajes que dibujan una España profunda, anclada en la pobreza y en el individualismo más feroz, producto de una postguerra.
Cuando terminé su lectura me di cuenta que necesitaba más. Que me había quedado enredada en sus palabras. Así que, a falta de una segunda entrega de las aventuras y desventuras de El Mochuelo, estoy con Doña Carmen releyendo "5 horas con Mario", otro libro que me apasionó, allá en los años noventa, ¡¡qué lejos quedan!!
En fin, qué bonito es que un libro te regale tantas cosas a la vez :)
- Para Don Miguel y Don Cesáreo, In Memoriam -
Como Delibes, mi abuelo tampoco pudo estudiar. Como Delibes también, era un cerebro privilegiado ávido de conocimiento que el estallido de la Guerra Civil relegó a las trincheras. Bueno, Don Miguel se salvó por los pelos. A mi abuelo, sin embargo le tocó.
No acaban ahí las comparaciones, ya que los dos compartían enfermedad, lugar de nacimiento, Valladolid, y un amor inmenso por la tierra de campos.
Cuando la semana pasada nos enteramos de su fallecimiento, el de Delibes, el recuerdo de mi abuelo me vino a mi de forma abrupta, a bocajarro. Fue este mismo impulso el que hizo que abriera "El Camino" 15 años después de su primera lectura. Necesitaba honrar a Don Miguel, ya que así también lo hacía a la memoria de mi abuelo, esa persona que intentó pasar de puntillas por la vida y la dejó sin saber lo importante y lo maravilloso que fue tenerle entre nosotros y gozar de su sabiduría y su saber estar. Le sigo echando de menos aún hoy.
Devoré El Camino en cuestión de un par de días. Sus páginas no sólo me pintaban las estampas más típicas de un valle de Castilla León, si no también me llevaba a la adolescente que una vez fui leyendo el librito de Don Miguel mandado en el colegio.
He estado una semana viviendo entre Daniel El Mochuelo, Germán El tiñoso y Roque El Moñigo, y todo el resto de personajes que dibujan una España profunda, anclada en la pobreza y en el individualismo más feroz, producto de una postguerra.
Cuando terminé su lectura me di cuenta que necesitaba más. Que me había quedado enredada en sus palabras. Así que, a falta de una segunda entrega de las aventuras y desventuras de El Mochuelo, estoy con Doña Carmen releyendo "5 horas con Mario", otro libro que me apasionó, allá en los años noventa, ¡¡qué lejos quedan!!
En fin, qué bonito es que un libro te regale tantas cosas a la vez :)
- Para Don Miguel y Don Cesáreo, In Memoriam -
1 comentario:
Me están entrando ganas de volver a la lectura de El Camino.
Lo leí hace tanto...
Como Delibes no habrá otro, su literatura posiblemente marque un fin de época, pues los nuevos tiempos no se dan a la pura vida retirada, a lo rural.
Raro será, supongo, el encontrar un pueblo, por perdido que esté, en el que no haya internete.
Ha sido emocionante leer la semblanza comparativa con tu abuelo. Yo tuve la desgracia de no conocer a ninguno de los míos, y mis abuelas marcharon cuando yo aún era un niño.
También he leído el anterior post, película interesante, no descarto verla.
Gracias otra vez por el regalo, ya está finiquitado y disfrutado.
Lo comentaré en breve, hoy o mañana.
A sus pies, Miss Gabs.
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