Mi buena amiga Rona nos invitó a una obra que se estrenaba ayer en el Teatro Canal. El cursor parpadea en esta entrada esperando a que arranque mi crítica. Que es mucha. A ver por dónde empiezo. Comencemos por el espacio: muy original la sala, donde no existe la clásica "cuarta pared". En cada cara del escenario hay butacas. Bueno, decir butacas, es mucho. Las sillas plegadas, incomodísimas, donde has de hacer un alarde de contorsionismo para encajar las piernas, y no hace falta q seas Pau Gasol (que pobre, no se lo recomiendo), que soy de un tamaño medio y no sabes como colocarte.
Si a esta molestia le añades casi 4 horacas de obra, ya os imaginareis como salí de allí: con el culo como un bebedero de patos, aplastao y dolorido...
Bien: ahora entremos en materia. La escenografía me gustó mucho, combinaba medios modernos, con arneses y decorados asepticos que iban turnando la accion en los cuatro lados del escenario. Esto me pareció muy original.
El guión, sin embarga, hacia aguas por todos lados. Está basado en el libro de Frankestein de Mary Shelley, q intenta recrear su relato, incluyendo narradores externos y vagando de un lado a otro del tiempo cronológico. Digamos que lo que podría ser otro punto más de originalidad y transgresión, se queda en una rayada de magnitudes supinas. De exactamente cuatro horas, molestas, que se hacen largas, densas, espesas... eternas.
Es el riesgo de coger un texto "clásico" e intentar darle una vuelta de tuerca: que la criatura puede volverse contra uno, tal como me pasó el año pasado cuando fui a ver la obra de Hamlet en el Matadero. Ni Blanca Portillo, sublime en su interpretación, logró que saliera con buen sabor de boca de una obra en la que, según la crítica, debía haber salido aplaudiendo con las orejas.
Como punto positivo diré que la interpretación de los actores es aceptable, creíble, que es lo importante, sobre todo de la criatura pasado los 2 años. Otros no, pero tal vez hay algunos personajes que tampoco se prestan a una magnificencia, si no mas bien a pasar desapercibidos. Pero de qué vale una buena interpretación si la obra desprende un tufillo a marihuana adulterada en el sueño de una noche de verano.
La niebla que inunda la sala en el casi cien por cien de la representación es menos incómoda que la exhibición del cuerpo del actor que interpreta el primer estadio de la criatura, totalmente descarnado, en los huesos, literalmente y con una altura que junto con su extrema delgadez produce en el espectador una sensación desagradable, de incomodez, que junto con los asientos, efectivamente la intención de revolver al espectador se hace mas que plausible.
En fin, en resumen, no la recomiendo. Para "criaturas" o "nuevos Prometeos" ya tenemos bastante con la Esteban, que está hasta en la sopa...
En cualquier caso, mil gracias, Rona, siempre es un placer quedar contigo :)
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